Seguramente, una de las películas más esperadas de este comienzo de año. La cuarta parte de una saga que no para de crecer y generar fanáticos en todos lados. John Wick: Chapter 4 logra, posiblemente, el punto más alto de toda franquicia, lo que ya es mucho decir. Esta nueva conjunción de Chad Stahelski –director de todas las entregas– y Keanu Reeves –a esta altura, toda una leyenda del cine de acción– es tan atrapante como las anteriores, pero llevando las cosas al próximo nivel.
Sabemos, por los episodios anteriores, que John se encuentra enfrentado con La Mesa, esa organización misteriosa que nuclea a los asesinos de todo el mundo. Tras romper una regla de oro, nuestro héroe no está dispuesto a retroceder. Buscará una salida invocando algunas de las posibilidades que este mundo criminal tiene guardado para nosotros. Con la ayuda del viejo conocido Winston (Ian McShane) y el excéntrico Bowery King (Laurence Fishburne), John se enfrentará a un nuevo enemigo. Es que La Mesa ha elegido como líder de la cruzada al Marqués, interpretado por Bill Skarsgård (It, Barbarian). Este nuevo villano, inteligente y cínico por igual, buscará dar fin al problema que representa John Wick.
John Wick: Chapter 4
LO QUE VINIMOS A VER: ACCIÓN INTERMINABLE
John Wick: Chapter 4 es una película que apunta directamente a los seguidores de la saga. Es posible verla sin conocer las anteriores, pero se pierden muchos sentidos, personajes y detalles que enriquecen la experiencia. Además, a esta altura no tiene mucha gracia ir a ver la cuarta parte sin ver las anteriores. El sello de la franquicia está allí: esas escenas de acción que parecen infinitas, tiroteos que no terminan nunca. Siguen saliendo tipos de todos lados. Incluso cuando “pasamos de pantalla” (bien al estilo videojuego), nos vuelven a sorprender los enemigos con más escenas de peleas. En cada nuevo escenario encontramos un set propio de enemigos, armas y entorno que hacen que nunca se vuelva repetitivo. A esto sumamos que las locaciones incluyen una variedad cada vez más diversa y atractiva.
Esta es la película más larga de la saga, durando casi 3 horas. Por lo tanto, también es la de mayor cantidad de muertos en escena. El número es astronómico, pero si algo caracteriza al asesino conocido como Baba Yaga es que no tiene sadismo a la hora de matar. Siempre lo hace de manera rápida y efectiva, como un profesional. No hay muertes “rebuscadas” o sorprendentes. No se trata de estirar el límite más allá de lo que ya está estirado por definición. Si bien cada entrega aporta nuevas capas, personajes y reglas al mundo, John Wick: Chapter 4, al igual que las anteriores, respeta bastante bien los códigos originales.
John Wick: Chapter 4
LO MEJOR DE JOHN WICK: CHAPTER 4
En este caso, nos encontramos con algunos personajes que se incorporan para sumar atractivo. En especial, el amigo de John, también asesino, Caine, interpretado por Donnie Yen (Ip Man). A pesar de ser ciego, posee unas habilidades sorprendentes, siendo siempre carismático y, por momentos, hasta cómico. Con una historia similar a la de John, se dará una relación especial, marcada por el enfrentamiento y la amistad que los unió. Y por otro lado está Mr. Nobody, un rastreador encarnado por Shamier Anderson (Race) que de alguna manera, siempre anticipa los movimientos de los demás.
¿Por qué es John Wick: Chapter 4 la mejor película de la franquicia y una de las mejores películas de acción de los últimos años? Hay varias cosas para destacar. Además de lo ya mencionado, como nuevos personajes memorables o la expansión del mundo, hay que destacar la evolución del género. Es una película que se enmarca, esencialmente, dentro de la acción clásica. Pero que, a la vez, incorpora cosas del western y de las películas de samuráis.
La complejización de la trama es algo también destacable, que se perpetúa a lo largo de la serie. Ya no se trata de vengar la muerte de su perro, como en un principio. La cosa fue escalando hasta el punto de revelar el verdadero problema: un sistema criminal que no puede soportar el abandono de su hijo pródigo. Esto le da profundidad a la historia y funciona como un motor narrativo indetenible. Después de todo, aunque amemos a los perritos, la muerte de la mascota no podía sostener 4 películas. En ese punto, John Wick: Chapter 4 se permite momentos reflexivos. ¿Qué busca John? ¿Cuál es la salida? ¿A dónde conduce este camino lleno de sangre y cadáveres?
EL HOMBRE DETRÁS DE JOHN WICK
Chad Stahelski dirigió, en toda su carrera, únicamente las cuatro entregas de JW. Pero, antes de pararse tras la cámara, fue doble de riesgo y coordinador de dobles en infinidad de películas. Eso se ve plasmado en las coreografías de cada escena. El propio Keanu Reeves declaró que el entrenamiento para este papel fue el más duro de su carrera. Pasó 3 meses realizando y dominando todo tipo de ejercicios, incluyendo las maniobras con el auto mientras dispara o recarga su arma.
Pero en cuanto a la dirección, quizás el punto más alto en John Wick: Chapter 4 sea el plano secuencia cenital a lo largo de una casa en construcción. Allí se ve la real maestría del director para la acción. Todo sucede en tiempo real, sin cortes y con una sincronización perfecta, mientras John avanza a lo largo y ancho del escenario, haciendo lo que más sabe.
John Wick: Chapter 4
LA CONTINUIDAD DE LA FRANQUICIA
En un principio, la idea original era que John Wick: Chapter 4 se filmara de manera simultánea con la parte 5, que sería la última. Sin embargo, hace meses que sabemos que esto no ocurrió, por lo que la quinta entrega aún no está confirmada ni ha comenzado su rodaje. De hecho, tanto Stahelski como Reeves han dicho que prefieren tomarse un descanso de la franquicia, aunque sin descartar nada a futuro.
Lo que sí sabemos es que existirán al menos dos spin-off de la saga. The Continental será una serie precuela basada en el personaje de Winston, el gerente del hotel seguro para asesinos. La historia se desarrolla en Nueva York en 1975, tiempo antes de las películas. El otro desprendimiento es la película Ballerina, protagonizada por Ana de Armas. Será sobre una asesina que busca venganza por su familia. Algo ya hemos visto en el capítulo 3 de JW, aunque aquella bailarina estaba interpretada por otra actriz. Sin dudas, este universo depara varias cosas más en el futuro, sea o no un quinto capítulo de las ya clásicas películas.
La franquicia de Creed, que se desprende de la de Rocky, ya cuenta con una tercera parte. Las dos primeras, de 2015 y 2018, fueron muy bien recibidas tanto por la crítica como por el público. Logran mantener la esencia y conservan algo de la mística de aquella entrañable saga de box. Ahora, Creed III se la juega con algunas novedades importantes. Por un lado, Michael B. Jordan, protagonista de la saga, se lanza en su debut como director. Por el otro, es la primera vez que el universo Rocky-Creed prescinde de la presencia de Sylvester Stallone. ¿Estará la tercera parte a la altura de las anteriores?
La historia de Creed III se desarrolla con continuidad de su predecesora, pero incorporando algunos elementos del pasado. Adonis (Jordan) se ha retirado como campeón y ha forjado un pequeño imperio como patrocinador de peleas y boxeadores. Inesperadamente, recibe la visita de un amigo y compañero de la infancia, con quien comparte un pasado turbulento. Damian, interpretado por Jonathan Majors (The Last Black Man in San Francisco), reaparece para convertirse en campeón de peso pesado con la ayuda de Adonis. Pero nada será tan simple como parece.
En líneas generales, la película no desentona para nada con respecto a las anteriores, y ofrece una continuidad interesante. En parte, revisitando el pasado de Adonis, pero agregando nuevas trayectorias y rumbos para que el personaje siga evolucionando. Hay mucho mérito de Jordan en un debut en la dirección que cumple sobradamente las expectativas. Podríamos decir que, en ese sentido, emula lo que hizo Stallone a partir de Rocky II, con la diferencia de que Sylvester también fue guionista de su saga.
CREED III
CREED III SIN ROCKY
A propósito del bueno de Syl, es cierto que se extraña un poco su presencia en Creed III. Si bien no falta la mención al nombre de Rocky, no hubiera estado mal volver a ver al personaje en pantalla, aunque sea en una escena mínima. La ausencia de la Stallone tiene más que ver con su disputa personal con el productor Irwin Winkler, quien le compró los derechos allá por 1976. En esa época, el actor solo tenía 100 dólares en el bolsillo y actuaba por necesidad. Luego de años, la disputa parece relacionarse más con el rumbo artístico, aunque seguramente haya una cuestión económica detrás.
Podemos destacar la actuación muy interesante de Tessa Thompson (Thor: Ragnarok) como Bianca, que ya mostraba mucha química con Jordan en las entregas anteriores. También agregar la de Mila Davis-Kent, como la pequeña hija sordomuda Amara, que aporta mucha ternura y algo de comicidad. Pero para suplir una ausencia semejante como la de Stallone, era necesario contar con una gran actuación en el oponente de Adonis. Y hay que decir que Jonathan Majors se devora la película. Su actuación es impecable, sensible, violenta y profunda. Sin dudas, un acierto enorme en Creed III.
Entre lo más destacable de la película, también podemos incluir lo logradas que están las escenas de combate. Si bien la espectacularidad de los golpes, para nada realistas, son una marca de la franquicia Rocky, eso ya no corre. Desde la saga Creed existe un esfuerzo mayor, producto de la demanda del público contemporáneo, en darle más realismo a las peleas. En este caso, algo de eso se percibe. Pero no se abandona el uso de efectos especiales para darle espectacularidad y emotividad. Sobre todo, en la pelea final.
CREED III
CÓMO SIGUE EL UNIVERSO CREED
Parece ser que este no es el final de Adonis y su legado va a continuar. Es que, en los últimos días, se ha confirmado que ya se prepara una cuarta entrega. Por supuesto, está en una etapa incipiente, por lo que no conocemos nada al respecto. Pero, además de una continuidad, también se está trabajando en un proyecto paralelo. Existe la posibilidad de un spin-off del spin-off, con el protagonismo de Ivan Drago y su hijo Viktor, quienes ya aparecieron en Creed II. Esto daría pie a una nueva rama dentro de la franquicia. Los fanáticos tuvieron buena recepción con la reciente aparición de los personajes, por lo que no sería de extrañar que se concrete.
Creed III es, ante todo, un viaje emocional. Te obliga a pasar por diferentes estados: compasión, bronca, tristeza, furia, redención. Esa era la esencia de Rocky. Y es algo que se sostiene pese al paso del tiempo y la sucesión de películas. Todo hace pensar que queda mucho más por ver en este universo propio que se ha construido.
El director sueco Ruben Östlund ya se ha logrado construir un nombre dentro de la industria. Con su anterior película, The Square, había ganado la Palma de Oro en Cannes y la nominación a mejor película en lengua extranjera en los Oscar. En esta oportunidad, Triangle of Sadness repite el premio francés y consigue la nominación a mejor película de la Academia, además de otras por guion y dirección. Todo hace suponer un crecimiento del director, que ha sabido capitalizar el éxito y su estilo provocador. Pero nada de esto lo exime de las críticas y, tal como sucedió en el pasado, su nuevo trabajo despierta un enorme rechazo, casi en la misma cantidad que los elogios.
Triangle of Sadness se estructura en tres partes. En la primera, conocemos a Carl (Harris Dickinson) y Yaya (Charlbi Dean), una pareja de modelos que conviven con la superficialidad y las inseguridades de su mundo, y discuten sobre quién debía pagar la cuenta del restaurante. En la segunda, esta pareja es invitada a un crucero de lujo, gracias a que Yaya es una reconocida influencer. Allí aparecerán una serie de personajes, en lo que se convertirá en una suerte de relato coral. Paula (Vicki Berlin) es la complaciente encargada del personal a bordo; Dimitry (Zlatko Buric), un magnate ruso; Woody Harrelson es el capitán, que se la pasa borracho en su camarote; entre un extenso etcétera. Luego de una cena desastrosa en la que todo sale mal, se da inicio a la tercera parte, donde la dinámica de grupo se verá muy afectada por las circunstancias. En este punto, la relación no exenta de rispideces entre Carl y Yaya se retoma bajo nuevos ángulos.
TRIANGLE OF SADNESS
LAS CRÍTICAS A TRIANGLE OF SADNESS
Los conflictos interpersonales de la pareja de Carl y Yaya contrastan con un problema más estructural. Tiene que ver con desigualdad entre ricos y pobres, millonarios despreocupados y humildes trabajadores, la lucha de clase en un mundo donde cualquier alternativa es inevitable e indiscutiblemente capitalista. Pero también tiene que ver con la imposibilidad de debatir, la inutilidad de cuestionar, cuando la dinámica del mundo nos lleva puestos. Y tiene que ver con el poder, el sentimiento de superioridad sobre el otro, el uso de los cuerpos ajenos para el deleite y goce propio, entre otros posibles sentidos que podemos extraer.
¿Cuál es el problema? ¿Por qué genera tanto rechazo? La principal crítica sobre Triangle of Sadness es que se pasa de snob y pretenciosa. En su afán crítico, en sus cuestionamientos a las desigualdades e injusticias del sistema capitalista, ofrece una visión desde una supuesta superioridad moral progresista, sin ir a fondo en las reflexiones, sin demasiada profundidad. Ahora bien, si es cierto que esta lectura es posible, también es bastante arbitraria.
TRIANGLE OF SADNESS
CONTINUIDAD TEMÁTICA Y DE ESTILO
En primer lugar, si hay algo que caracteriza los temas y problemas que aborda Östlund es su preocupación por las apariencias, las contradicciones y la autocomplacencia de las personas, más precisamente de clase alta acomodada. Que es una visión política del asunto, pero qué duda cabe si ni siquiera intenta ocultarlo. También podemos no coincidir con su punto de vista, bienvenido sea. Pero criticar a la película precisamente por eso, es no entender el estilo o la poética que intenta el autor: guste o no, es propia. Ya quedó claro con sus películas anteriores, principalmente The Square y Turist, que es una búsqueda y no una falta de criterio al momento de tomar las decisiones.
Esto va de la mano con el siguiente cuestionamiento que se le hace a Triangle of Sadness: el exceso escatológico sin sentido. Si conocemos un poco la obra del director, sabemos que la incomodidad no solo es un recurso, es prácticamente un fundamento estético. Todas y cada una de las escenas presentan algún grado de incomodidad, sea narrativa o formal. En este caso, la cena desastrosa en el crucero termina en un exagerado festival de vómitos y desperdicios que dura, literalmente, 15 minutos en pantalla. ¿Era necesario tanto? Narrativamente quizás no, pero eso no es lo único que importa. Si nos molesta la extensión, el efecto está logrado: la obscenidad del exceso es también un problema de clase. El lujo es vulgaridad.
TRIANGLE OF SADNESS
¿QUÉ NOS DEJA TRIANGLE OF SADNESS?
Por último, la cuestión de la profundidad. ¿Qué le estamos pidiendo a las películas? Quizás el problema sea la sobre-interpretación que hacemos nosotros mismos, esperando extraer una visión completa y acabada de una realidad. Tomemos la escena inicial del restaurante, por ejemplo, y la charla posterior en el auto. Se está hablando de quién paga la cuenta, pero también de mucho más. Y, a la vez, los personajes no dejan de ser sumamente superficiales en los argumentos. ¿La película no tiene profundidad reflexiva? ¡Los personajes no tienen profundidad reflexiva! La película no necesita, no debería, incluso no puede reflexionar sobre nada. Solo se limita a mostrar y ahí se ve el sinsentido, lo banal, lo ocioso de estar discutiendo frases y argumentos a favor y en contra del capitalismo mientras todo se viene a pique. Por supuesto que es un artificio, no se está mostrando en el sentido estricto, porque todo es una puesta en escena. Pero ese es el efecto, y esa es la lectura que podríamos hacer de la película. Pedirle más profundidad es justamente, exigirle la superioridad moral que tanto le criticamos.
En definitiva, habrá que pensar si no es más snob criticar una película por no ser suficientemente crítica, o por no ser suficientemente sutil en su crítica. Triangle of Sadness no será la primera ni la última (y, posiblemente, tampoco la mejor) película que cuestione al capitalismo. Mucho más teniendo en cuenta que lo hace desde adentro, con la comodidad de una superproducción de millones de dólares. Pero no deja de ser bienvenida una mirada de este tipo, quizás más por la apuesta estética que por un supuesto mensaje o reflexión que podamos extraer.
Datos:
Año: 2022.
Duración: 147 min.
Dirección: Ruben Östlund.
Guion: Ruben Östlund.
Elenco: Harris Dickinson, Charlbi Dean, Vicki Berlin, Dolly De Leon, Woody Harrelson,
En los últimos años, el género terror ha sido uno de los más explotados por la industria del cine en infinidad de variantes, buenas y malas por igual. En un contexto de saturación, sagas interminables y remakes, son más que bienvenidas las búsquedas innovadoras o que ofrezcan algo diferente. M3gan podría incluirse en este último grupo, no tanto por la historia que cuenta (que ya se ha visto), sino por el tono y la forma en la que lo hace. Como ya había demostrado en su anterior Housebound, el director Gerard Johnstone sabe moverse por el género con humor y parodia sin salirse por completo, y el resultado es muy prometedor.
EL LÍMITE DEL TERROR
Tras quedar huérfana en un accidente de auto, la pequeña Cady, interpretada por Violet McGraw (The Haunting of Hill House), es adoptada por su tía Gemma (Allison Williams, Get Out), una experta en robótica que trabaja para una importante compañía de juguetes. Su más reciente invención, M3gan (Amie Donald, Sweet Tooth), es una muñeca creada con inteligencia artificial, capaz de aprender y relacionarse con su dueño. Aprovechando la situación, Gemma usa a su creación para ayudarla a criar a su sobrina teniendo, en principio, muy buen resultado. Sin embargo, todo se complica cuando la muñeca comienza a mostrar algunas fallas en su diseño y romper los límites.
M3gan
Se ha dicho que M3gan es una “comedia de terror” o “comedia negra”, y creo que es acertado, aunque probablemente no se parezca a lo que imaginamos con esas etiquetas. El resultado es sorprendente y no es para nada sencillo de lograr, porque se corren dos riesgos. Riesgo número 1: si te pasas de la raya, la película es una parodia plena, que ya las hay. Desde Young Frankenstein (genial y sutil) hasta la saga de Scarry Movie (disparatada y absurda), una parodia del género terror es en sí mismo un desafío. Por lo lejano que queda el humor del miedo, ese encuentro puede resultar muy fructífero o un fiasco. De cualquier manera, esa es otra discusión porque M3gan no es una parodia, aunque usa sus recursos.
El riesgo número 2: quedarse corto y que el resultado sea, simplemente, una película de terror con un par de chistes desubicados. Esto puede generar que odiemos esos chistes, o incluso odiemos la película, por lo malogrado del asunto. Pero esta película elude muy bien ambos riesgos, porque no se para en ningún extremo. Transita con maestría ese límite muy fino entre el terror y su parodia. Y, al lograrlo, resulta fresca, nada pretenciosa ni solemne, muy entretenida e interesante.
DETRÁS DE M3GAN
Por algún motivo se la ha relacionado con Malignant, quizás por la autoconciencia de su pertenencia al género. Más bien podría vincularse con las películas de Jordan Peele (Get Out, Nope) por esa capacidad de hacer equilibrio entre los géneros para implantar momentos de humor en medio de la tensión. Es cierto, quizás las películas de este director vayan más por el suspenso que por el terror, pero la maestría es similar. De todas maneras, tenemos varios productores en M3gan que trabajaron en Get Out, como el referente Jason Blum, y por otro lado al mismísimo James Wan, que no solo dirigió Malignant, sino que es una estrella del terror con sagas como Saw y Insidious. En los últimos años, Wan y Blum se convirtieron en una garantía del género, y en esta unión no hay posibilidad de falla.
M3gan
Un párrafo aparte para los efectos especiales, que son impecables. La muñeca no solo es absolutamente convincente, sino que logra esa inquietud de lo siniestro freudiano, entendido como algo familiar que se vuelve extraño. De hecho, la propia narración hace guiños a esta construcción, cuando varios personajes secundarios se confunden, se sorprenden y se horrorizan frente a esa niña rara que es M3gan. La buena realización de los efectos ayuda al clima general: aleja a M3gan de la parodia burda, de la bizarreada, convirtiéndola en una película seria pero despojada, autoconsciente de su género y capaz de reírse de sí misma.
David Leitch no ha dirigido muchas películas, pero sin embargo puede reconocerse un estilo y ciertas influencias. Películas como John Wick, Atomic Blonde o Deadpool 2 tienen varios puntos en común entre sí y también con Bullet Train, la más reciente. Si bien esta historia no viene del mundo del cómic, es la adaptación de una novela: Maria Beetle del japonés Kôtarô Isaka. Y en ella reúne muchos de los elementos que caracterizaron sus trabajos anteriores: acción, humor, vértigo narrativo y una construcción de mundo poco realista.
El tren bala que va de Tokio hasta Kioto avanza a toda velocidad. Ladybug, el apodo del personaje de Brad Pitt, va a bordo porque tiene que robar un maletín mientras lidia con algún dilema más emocional que moral. Mientras Maria (Sandra Bullock) le va dando indicaciones por teléfono sobre su misión, una serie de asesinos se empiezan a hacer presentes. Todos parecen tener misiones similares que se entrecruzan, pero la realidad es un poco más compleja de lo que parece.
BULLET TRAIN
INFLUENCIAS EN BULLET TRAIN
De hecho, por momentos es tan compleja que suena un poco a mucho. Porque Bullet Train tiene una combinación poco usual: la historia no es lo más relevante, pero es por demás rebuscada. No deja de ser una película de acción potente y vertiginosa, pero se preocupa, tal vez en exceso, de darle una explicación a cada acción de cada personaje, y que todo tenga un sentido unificador o superior. La idea de destino está presente todo el tiempo, y la metáfora del tren es en algún punto demasiado obvia. Esa combinación hace necesarios muchos flashbacks para explicar relaciones entre personajes, reacciones exageradas o para unir todo al final del viaje. Esto colabora con dar contexto, pero a veces se torna un poco molesto.
Podríamos decir que es una película de acción “posmoderna”, autoconsciente, irónica y con humor. Algo que no es del todo novedoso; por el contrario, permite ver ciertas influencias. Un ritmo narrativo frenético que recuerda a Guy Ritchie (Snatch, Sherlock Holmes), donde el montaje es clave. Un bajo mundo criminal “antirrealista” a la John Wick (que el propio Leitch codirigió junto a Chad Stahelski), con agencias contratistas que controlan un catálogo de asesinos a sueldo con apodos llamativos (si te suena a Kill Bill es porque algo de eso también hay). Y también algo de Deadpool (de quien Leitch es director de la 2) en el humor con que los propios personajes ironizan sobre su trabajo.
La estética de Bullet Train es híper saturada: títulos sobreimpresos en la presentación de los personajes, edición rápida y vertiginosa, colores rimbombantes, iluminación de neón, peleas en espacios reducidos, cultura pop japonesa. En definitiva es lo que un tren bala de Tokio a Kioto puede ofrecer. Un maximalismo buscado, sobrecargado de todo.
BULLET TRAIN
EL MAGNETISMO DE BRAD
Brad Pitt es un foco de atención innegable. Su sola presencia atrae público y miradas. En un contexto sobrecargado, donde los estímulos visuales abundan, aporta un poco de serenidad con un personaje que busca la paz antes que cualquier otra cosa. Y la verdad es que funciona: es gracioso pero sin ser absurdo, es querible. El elenco acompaña bien, con protagonismos bastante divididos. Aaron Taylor-Johnson (Kick-Ass) y Brian Tyree Henry (Atlanta), como los hermanos sicarios Tangerine y Lemon, son quizás los que más destacan por algún matiz que muestran. Joey King (The Act) engaña con el aspecto aniñado de Prince y Hiroyuki Sanada (Mortal Kombat) le da sentido a la locación haciendo de The Elder. Cada uno con su propia historia (más algunos otros como el mismísimo Bad Buny) conforman una especie de relato coral que va tejiendo el desenlace.
La película tiene la virtud de ser sumamente sincera. Tiene todos los condimentos que podemos esperar: peleas, explosiones, gags, giros de la trama, personajes poco profundos pero agradables. No le pidamos peras al olmo. Sí, es cierto que todo esto ya se ha visto, pero ¿cuál es el problema? Es una película de género, pochoclera y entretenida. En épocas de estrenos flojos, donde parece que solo se pueden hacer películas de acción de superhéroes, es más que suficiente.